(Por Marcelo Caruso AzcĂĄrate). El anunciado triunfo de las candidaturas de Gustavo Petro y Francia MĂĄrquez en representaciĂłn del Pacto HistĂłrico y el Frente Amplio en primera vuelta de las presidenciales en Colombia, no fue posible, pero si se ratificĂł con creces en la segunda. Y no fue meramente un triunfo electoral, sino la consumaciĂłn de un puente estratĂ©gico entre las grandes movilizaciones populares de los 3 años anteriores y su decisiĂłn consciente de trasladar esa indignaciĂłn al terreno polĂtico electoral. AsĂ se logrĂł generar este cambio histĂłrico en la gestiĂłn del gobierno nacional. Las masivas luchas emancipatorias se articularon con las luchas contrahegemĂłnicas que disputan el acceso a gobernar el Estado capitalista, llenando de emociones a un pueblo que sĂłlo cosechaba dolores y traiciones. La mĂĄs alta votaciĂłn de los Ășltimos 50 años no fue un salto meramente cuantitativo, sino con profundidades cualitativas que reciĂ©n comenzamos a analizar y comprender en profundidad. Sus consecuencias, producto del papel estratĂ©gico que Colombia juega para esta regiĂłn del continente, van mucho mĂĄs allĂĄ de las fronteras geogrĂĄficas, algo que se reflejĂł en los contenidos de los discursos que Francia MĂĄrquez y Gustavo Petro realizaron la noche del triunfo.
Muchos y muy buenos han sido los anålisis de este triunfo de las fuerzas progresistas y de izquierda, con un énfasis general en mostrar que fue la decisión de esa juventud rebelde la que inclinó la balanza hacia la izquierda. Una juventud criada y madurada en la plenitud de los avatares del modelo neoliberal, pero también esperanzada con la firma del Acuerdo de Fin de Conflicto armado, apropiåndose de una capacidad de resistencia y luchas por la paz, heredadas de las generaciones precedentes.
Este sacudĂłn electoral que nada garantiza, pero genera posibilidades de reconstruir las fuerzas sociales y polĂticas que impulsen procesos transformadores estructurales, deja enseñanzas para los distintos procesos de las luchas sociales y polĂticas emancipadoras del continente. Si se pudo en Colombia -asĂ sea parcialmente- instalar un proceso de transiciĂłn de salida de las entrañas del modelo dominante, por quĂ© no se puede intentar profundizar las energĂas e iniciativas que salen de los de abajo (que son los que no tienen acceso a las grandes decisiones) en aquellos procesos de gobiernos en desarrollo, que son o serĂĄn golpeados por los bloqueos y agresiones oligĂĄrquicas e imperiales. La enseñanza que dejan estos 3 años de luchas sociales y triunfo electoral en Colombia, es que es posible revolucionar los procesos de luchas por el cambio y llegar a derrotar al gobierno de uno de los mĂĄs fuertes modelos dominantes del continente. Y que fue la acciĂłn directa de la sociedad civil movilizada y organizada, junto con un liderazgo que entendiĂł la importancia de unificar al progresismo y la izquierda tradicional con los sectores mĂĄs excluidos de la sociedad que representĂł Francia MĂĄrquez. Los sectores liberales y centristas que llegaron despuĂ©s fueron producto del olfato polĂtico de un sector liberal tradicional que logrĂł prever la voluntad de cambio de las mayorĂas populares y de las capas medias, como tambiĂ©n del oportunismo tradicional de quienes no quieren quedar fuera de las cuotas del poder polĂtico.
Es una experiencia que, con sus diferencias, deja enseñanzas para procesos como el de Chile, PerĂș y Argentina, donde el acoso de las derechas les dificulta la construcciĂłn de gobernabilidad y gobernanzas, pero tambiĂ©n para aquellas experiencias con mĂĄs larga historia de lucha y asedio imperial, como son los casos -distintos- de Venezuela y Nicaragua, con desafĂos enormes por delante que pueden encontrar salidas de progreso en sus propias fuerzas sociales, populares e intelectuales acumuladas. Y en otra dimensiĂłn, pero no ajeno a esta realidad, estĂĄ el proceso de Cuba, que tiene los mĂĄs altos umbrales de resistencias revolucionarias, pero aun insuficientes en el ejercicio del poder popular definiendo su futuro por la vĂa de la democracia directa y la profundizaciĂłn del debate polĂtico.
Durante mĂĄs de 60 años los lĂderes y lideresas sociales y polĂticas de Colombia, han sufrido dolorosos conflictos armados, represiones y asesinatos colectivos que, como muestra el informe de la ComisiĂłn de la Verdad, tendremos que llorarlos por muchos años. Pero tambiĂ©n, al mismo tiempo, han tenido la oportunidad de aprender a travĂ©s de los intercambios de experiencias y solidaridades con el resto de gobiernos y partidos progresistas y de izquierda del continente, lo que les permite hoy, por primera vez, llorar tambiĂ©n por alegrĂa, con las aumentadas esperanzas de quienes construyeron este camino sacrificando sus vidas y sus esfuerzos emancipadores.
Por eso buscaremos en estas palabras finales de Los avatares de la paz, ponernos en el lugar del lector que se pregunta âÂży ahora quĂ©?â, tratando de aventurar algunas perspectivas de continuidad del anĂĄlisis realizado. Para ello nos pararemos inicialmente en el contexto global de este triunfo, muy distinto al de cuando se iniciĂł la irrupciĂłn de gobiernos progresistas en nuestra AmĂ©rica a principios de este siglo.
Las disputas por el nuevo orden mundial
Nadie duda que este triunfo inicia una nueva etapa en la historia de Colombia, pero a diferencia de los logrados en las 2 décadas anteriores en nuestra América, se da en el marco de una gran crisis mundial que profundiza la disputa abierta por un nuevo orden mundial.
Con la muerte de ChĂĄvez y las dificultades externas -tambiĂ©n internas- que debiĂł asumir el gobierno bolivariano de Venezuela; con el golpe cĂvico militar en Brasil y la derrota del progresismo en Ecuador, y con la profundizaciĂłn del bloqueo contra Cuba, el nexo entre el sureste del continente con los paĂses de CentroamĂ©rica, Caribe y MĂ©xico, estaba cortado. Y no hablamos solo de continuidades territoriales, sino tambiĂ©n polĂticas, programĂĄticas y, sobre todo, sociales. Ya que, sin idealizar los avances de cambios que se quieran y puedan realizar en Colombia con el nuevo gobierno, regresa un nuevo impulso de gobiernos progresistas antineoliberales en el continente, con una carga a la izquierda de la enjalma de la mula que la obliga a inclinarse hacia ese lado. Y no es solo porque sean liderazgos que tienden a aprender de los errores de los primeros intentos, o representativos de las mujeres y comunidades excluidas y racializadas, como es el bello ejemplo de Francia MĂĄrquez, sino tambiĂ©n, porque el contexto global se los exige.
La inmediata llamada de Biden al presidente electo, muestra que ahora los miedos estĂĄn en su campo. Durante la campaña electoral sus emisarios habĂan estimulado las amenazas contra el cambio y acogido en su paĂs -con mucha y favorable publicidad- al bonapartista autoritario Rodolfo FernĂĄndez, quien resolviĂł cerrar su campaña desde Miami, algo insĂłlito como acciĂłn subordinada y aceptaciĂłn injerencista.
La disputa con China de la hegemonĂa del mercado mundial, lleva a EE.UU. a dividir el mundo como en las peores Ă©pocas de la guerra frĂa, como se confirmĂł en la reciente reuniĂłn de la OTAN. Provocan y alimentan la cruel guerra en Ucrania -un laboratorio para ensayar sus nuevos armamentos- poniendo al mundo al borde de una guerra atĂłmica. Pasan por encima el derecho internacional y la supuesta funciĂłn de la ONU de actuar como un espacio de diĂĄlogo que permita prevenir y resolver conflictos entre sus miembros, eludiendo todo camino de negociaciĂłn. Ignoran las opiniones de personajes como Henry Kissinger que en 2014 en artĂculo en el Washington Post alertĂł:
âLa historia rusa comienza en rus de Kiev. Ucrania ha sido parte de rusia por siglosâ, con un âoccidente catĂłlico que habla ucraniano y un este ruso ortodoxo que habla rusoâ. âPara Rusia Ucrania nunca serĂĄ solo un paĂs extranjeroâ, se requiere una polĂtica que âapunte a la reconciliaciĂłnâ. âUcrania no debe unirse a la OTANâ.
Jack Maltlock, embajador de EEUU en la Unión Soviética entre 1987 y 1991, afirma que.
La expansiĂłn de la OTAN es el error estratĂ©gico mĂĄs grande, fomentando una cadena de eventos que podrĂa provocar la amenaza de seguridad mĂĄs grande desde el colapso de la URSS.
Noam Chomsky agrega que Putin cayĂł en la provocaciĂłn y que en lugar de negociar con Europa se embarcĂł en una invasiĂłn que creyĂł serĂa rĂĄpida. No contĂł con los millonarios gastos en armamentos para sostenerla por parte de los paĂses de la OTAN, y la inclusiĂłn de civiles armados (neonazis) -que casi siempre terminan en formas paramilitares, como les pasĂł en Medio Oriente con Al Qaeda y el Estado IslĂĄmico- lo cual ha llevado a enormes costos en vidas del pueblo y soldados ucranianos, pero tambiĂ©n de soldados rusos. Hasta el momento, la guerra prolongada tiene como resultado la creciente dependencia de Europa de los energĂ©ticos de EE.UU. que reemplazarĂĄn a los rusos, y al euro por el piso. Las Naciones Unidad y la UniĂłn Europea se doblegaron frente a Inglaterra y Estados Unidos que hegemonizan la OTAN, y Rusia, si bien logrĂł controlar la franja este de Ucrania y la salida a mares de aguas calientes, estĂĄ sosteniendo un doloroso conflicto que los desacredita en el mundo.
Estamos frente a una guerra provocada por EE.UU. y una provocaciĂłn aceptada por Rusia, que hace parte de la estrategia de aislar a China: golpeando a Rusia por el norte y avanzando en tratados militares por el sur, como lo es el AUKUS, con el Reino Unido y Australia, dirigido a dotar de submarinos atĂłmicos al gobierno de Camberra. AsĂ, preparan una nueva guerra en cuerpo ajeno, en la cual probablemente serĂĄn los taiwaneses quienes pagarĂĄn los altĂsimos costos. Y todo esto, como afirma Chomsky, desconociendo las opiniones de los altos mandos del PentĂĄgono, que han anunciado los riesgos del uso de armas atĂłmicas de las que nadie saldrĂĄ triunfador. Quienes lideran esta agresiva y peligrosa estrategia, son Ă©lites de pensamientos regresivos que no les importan mucho las consecuencias inmediatas sobre el grueso de la poblaciĂłn, sean muertes de soldados y civiles, altas inflaciones, desempleo, hambre y hasta los posibles choques atĂłmicos, pues lo que consideran estĂĄ en juego es la hegemonĂa mundial del capitalismo. Trump era la expresiĂłn sincera de ese pensar, y Biden, presionado por los sectores progresistas del partido DemĂłcrata, lo comparte y disfraza con hipocresĂa, mientras lo busca utilizar para las futuras elecciones parlamentarias.
En E.UU. existe consenso en la necesidad de asegurar que el nuevo orden mundial sea de carĂĄcter unipolar, al menos en las ĂĄreas bajo su control, y que coloque a la defensiva al bloque encabezado por China. Pero no hay acuerdo en el cĂłmo lograrlo. Y esta crisis, con sus consecuencias, tiende a determinar los espacios y acciones del devenir polĂtico de los nuevos gobiernos de AmĂ©rica Latina que se presentan como alternativos al neoliberalismo. Sus luchas contrahegemĂłnicas en cada paĂs llevan a la conclusiĂłn que, para sobrevivir al intento y avanzar en los cambios econĂłmicos y financieros que se requieren para garantizar los derechos fundamentales de la poblaciĂłn, se requiere saber actuar colectivamente en esta disputa global. Una conclusiĂłn inmediata, no sencilla de implementar, es la apuesta a la acciĂłn conjunta basada en la integraciĂłn polĂtica, econĂłmica, ambiental, cultural y social. Y en esa ruta, ir construyendo una nueva ĂĄrea âno alineadaâ comprometida con la paz mundial y en su regiĂłn, dispuesta a mantener relaciones abiertas con todos aquellos paĂses que permitan avanzar en su propuesta de desarrollo sostenible al servicio de los excluidos.
Frente a la posibilidad que el nuevo gobierno de Petro-MĂĄrquez apueste a construir territorios de paz mĂĄs allĂĄ de sus fronteras, Biden lanza una orden clara a todos los sectores econĂłmicos y financieros dispuestos a trasladar sus capitales a Miami: âhay que quedarse en su casa y rodear (cercar y cooptar) al nuevo presidente y a su gabinete, tanto como sea posibleâ. Priorizan la zanahoria mientras afilan su machete, pues necesitan una Colombia con gobernabilidad en la relaciĂłn de sumisiĂłn entre gobernantes y gobernados, junto con muy poca gobernanza, pues de lo contrario estallarĂĄ ese polvorĂn que, preocupados, âdescubrenâ los nuevos aliados que hoy declaran su decisiĂłn de participar del Gran Acuerdo Nacional. Estados Unidos necesita ganar tiempo y controlar el orden interno en el paĂs geoestratĂ©gicamente mĂĄs importante de la regiĂłn -incluyendo sus 7 bases militares- pues su atenciĂłn inmediata estĂĄ en eludir la negociaciĂłn y agudizar el conflicto armado en Ucrania.
Con el triunfo progresista en Colombia y muy probablemente en Brasil, y con la fragilidad del gobierno neoliberal de Ecuador, los pueblos del continente le estĂĄn mostrando que la salida no puede ser exclusivamente militar o represiva. La experiencia de Venezuela les demuestra que en este inestable contexto pueden ahogar un proceso de transformaciones sociales, pero no reemplazarlo y menos gobernarlo con testaferros de turno como han hecho en las dĂ©cadas anteriores. Pueden desestabilizarlos y hasta derrocarlos, pero luego les regresan con nuevos Ămpetus acumulados que expresan el sentir indignado de sus nuevas generaciones excluidas de los goces mĂnimos de los derechos humanos.
Muchos son los interrogantes que se abren y las batallas que se inician en Colombia para construir una paz completa, si es que realmente existe. Y esto no podrĂĄ ser producto del esfuerzo de un solo pueblo y paĂs. Enfrentar estas demenciales amenazas globales que se anunciaban como superadas, harĂĄ parte de las polĂticas internacionales que sepa sumar el futuro gobierno. La defensa colectiva del Amazonas al servicio de la humanidad, es un fuerte y acertado inicio de la misma, ya que encontrarĂa grandes apoyos en las ciudadanĂas de los paĂses que hegemonizan el mercado. Comenzando por la protecciĂłn conjunta de los bosques amazĂłnicos, ampliando el Pacto de Leticia a la participaciĂłn de sus habitantes ancestrales y comunidades campesinas, e incorporando al mismo al conjunto de los paĂses del continente que comparten algunas de sus cuencas hĂdricas. Esto puede lograr una solidaridad internacional que aporte a blindar de los ataques regresivos internos y externos a sus acciones soberanas. Queda el interrogante a seguir desarrollando: ÂżSerĂĄ posible resistir a estas agresivas polĂticas que buscan la hegemonĂa mundial del sistema capitalista construyendo una comprensiĂłn y decisiĂłn polĂtica que permita pensar y hacer un nuevo contra orden mundial que dispute al menos parte de esa hegemonĂa? ÂżCĂłmo y con quiĂ©nes se puede lograr?
Las batallas para la implementaciĂłn del Acuerdo Final de Paz y extenderlo a las demĂĄs organizaciones insurgentes, serĂĄ un pilar del prĂłximo gobierno. Sin su firma nunca habrĂa sido posible este triunfo, pero sin su desarrollo -comenzando por la Reforma Rural Integral apoyada en la reconstrucciĂłn del tejido social campesino- tampoco serĂĄ posible sostenerlo y profundizar sus resultados.