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Editorial Entre Líneas: Piñera, el mártir de la oligarquía

Por Jean Flores, cientista político

En estos difíciles días, las condolencias están con los familiares y amigos de las 131 víctimas fatales que se cuantifican hasta el momento en los mega-incendios de la Región de Valparaíso y por cierto, con los más de 5 mil damnificados. La muerte de Sebastián Piñera, con su trágica circunstancia, ha sido agua en el desierto para la derecha, que hasta la semana pasada daba giros persiguiéndose la cola.

El Mercurio y La Tercera, entre el miércoles 7 y el domingo 11 de febrero, titularon en todas sus portadas información alusiva a Piñera, acompañadas de conceptos tales como: “Fallece el Presidente que sostuvo la comunidad democrática y enfrentó la pandemia”, “miles despiden a ex presidente Piñera”, y “el adiós al líder que llevó a la derecha dos veces a La Moneda”, son solo algunos de los conceptos con los que la prensa de la clase patronal intenta construir un relato oficial que dista mucho de la realidad.

Con la santificación de Piñera, la derecha encontró la oportunidad para ordenarse, cuestión que no habían logrado por disputas de liderazgos internos, fricciones electorales y conflictos de intereses. Luego de establecer este piso mínimo de organización, han avanzado en dos líneas. Por una parte, construir la noción del fantástico legado de Sebastián Piñera, que a estas alturas, según los medios hegemónicos, es la mezcla perfecta entre Leonardo Da Vinci, San Alberto Hurtado y Alejandro Magno, y por otra, validar sus ataques al gobierno, blindados con el halo de superioridad tecno-política. Los voceros de la derecha han sido majaderos en el definir sus ocho años de gestión como los de mayor eficiencia, eficacia, productividad y felicidad desde la independencia de Chile.

En esta misma línea es que a partir de la reconstrucción mediática de los simbolismos en torno a Piñera, el fin de semana aparecieron dos encuestas que terminan por cerrar el círculo. En ambas encuestas, la gestión política de los gobiernos derechistas fue “inmensamente superior” a la gestión gubernamental actual. Con datos arrojados por la encuesta Cadem, el diario del empresario Álvaro Saieh, a cuatro días del accidente en el Lago Ranco, tituló: “87% de los encuestados cree que Sebastián Piñera fue un hombre de diálogo y grandes acuerdos”.

Es decir, según la prensa burguesa, el mismo presidente de la República que alcanzó el punto más bajo de aprobación desde la recuperación de la democracia, ahora lo están vistiendo como uno de los estadistas más populares de la historia de Chile. No olvidemos que durante la tercera semana de enero de 2020, la ciudadanía sancionó la gestión de Sebastián Piñera con los números más bajos que se tengan registros en este tipo de mediciones, con un desplome que llegó hasta el 6% de aprobación.

En el análisis de los hechos políticos siempre es recomendable tener presente quién dice qué, cuándo, dónde y cómo para decodificar las intenciones del emisor. En este sentido, la fuerza “canonizadora” con la figura de Piñera no es gratuita, menos viniendo de la derecha chilena.

Una serie de editoriales y cuñas desafortunadas han ido desnudando algunos de los efectos políticos que se pretenden. El primero -y más ordinario- es la oficialización de Evelyn Matthei como candidata única de la derecha. Esto, por supuesto, es la intención de sólo un sector que nos recuerda la escena del Padrino 1, cuando, tras la muerte de Vito Corleone, los jefes de la mafia acuden al funeral para repartirse el botín. Queda mucho paño que cortar en esa dimensión, pues el nuevo aire que tomó la derecha con esta oportunidad, sin duda afiló colmillos y agudizó la ambición electoral de muchos.

También se vislumbra el reimpulso de agendas políticas de la derecha y el atrincheramiento en su pequeñez con miras al ciclo electoral. Rápidamente, la cobertura mediática de los incendios pasó de “la oportuna reacción de las instituciones ante los siniestros” al “lento despeje de zonas arrasadas por los incendios complica búsqueda de víctimas e inicio de la reconstrucción”.

La semana en curso se escuchará a personeros de RN, UDI, Evópoli y Republicanos condenar a las autoridades del bloque oficialista por su actuar, según ellos “lento, ineficiente, desprolijo, no como la gestión de catástrofes de Piñera”.

Muy posiblemente habrá un par de acusaciones constitucionales contra algunos ministros. Esta vez Javiera Toro parece ser la primera en el blanco y junto con ella no escatimarán en adjetivos para vilipendiar las acciones de la alcaldesa Ripamonti.

Piñera dio un nuevo aire a la derecha en medio de su peor crisis. Cosa paradójica de la política nacional, pues la oligarquía chilena jamás terminó de aceptar a Piñera. No era uno de ellos. Carecía de las formas básicas de comportamiento en los salones de la aristocracia. Era un advenedizo en los círculos del poder. Al que hoy enaltecen hasta el hartazgo. Antes trataban de cobarde, entreguista, personalista y arribista.

De alguna manera, Sebastián Piñera simboliza el fracaso de la oligarquía criolla, pues sin el uso de la fuerza y el amañe descarado de elecciones como Alessandri en 1958, han sido incapaces de llegar a la Presidencia de la República.

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