Un grupo de investigadores nacionales recontextualizó las políticas de evaluación de la calidad escolar, desde una aproximación etnográfica.
¿Cómo se vive e interpreta, en la vida cotidiana escolar de Chile, la política de evaluación del aprendizaje, que desde hace más de 30 años se utiliza en la educación básica y secundaria del país? Es la pregunta que se realizó un grupo multidisciplinario de investigadoras/es nacionales para realizar un estudio etnográfico de este escenario educativo.
“Constatamos que la bajada de las políticas educativas, independiente de sus intenciones, no es transparente, ni lineal, ni directa. Está cruzada por significados, prácticas y culturas que van a permitir una determinada traducción”, explica la docente adjunta de la Escuela de Educación de la Universidad de O’Higgins (UOH), Natalia Albornoz.
La investigadora añade que, hasta antes de la pandemia, que de cierta forma reconfiguró el escenario educativo, los instrumentos de evaluación utilizados por el Estado, en este caso el SIMCE, “tienen consecuencias que van mucho más allá simplemente de mostrar resultados de aprendizaje. Estas consecuencias, además, parecen ser mucho más dañinas cuando se trata de comunidades escolares precarizadas en un sistema educativo segregado por clases sociales como es el sistema educativo chileno”.
Agrega que las comunidades educativas estudiadas “desarrollaron un conjunto de estrategias de afrontamiento de estas consecuencias –en su mayoría consecuencias negativas– que pueden variar de acuerdo a sus culturas escolares. Entre estas consecuencias están, por ejemplo: la presión constante, sensación de ansiedad, el estrechamiento del currículo, entre otras”.
“En otros estudios de la misma investigación, se aprecian también consecuencias en los modos de interacción dentro del aula, que no facilitan el diálogo entre estudiantes, y entre estudiantes y docentes, además de una culpabilización a quienes están más abajo en la jerarquía de relaciones escolares”, indica la experta.
Natalia Albornoz señala que el estudio es parte de una investigación mayor que duró varios años y tuvo un enfoque etnográfico. “Se trata de una metodología que permite comprender en profundidad las culturas escolares, significados que los actores construyen en sus prácticas y en sus discursos y que muchas veces no son fáciles de elaborar de manera consciente como requieren otros instrumentos tales como encuestas o incluso entrevistas. Para nuestro objeto de estudio y nuestro objetivo de investigación, la etnografía era un abordaje metodológico y epistemológico que fue muy pertinente y que nos permitió aproximarnos a aquello que no es transparente, como es la recontextualización y traducción de las políticas educativas en comunidades escolares reales”, puntualizó.
Asegura que la investigación tiene proyecciones. “Desde que se realizó el estudio ha habido bastantes cambios que sería interesante mirar. Hubo un giro en el foco de las políticas, a propósito de las consecuencias de la pandemia. Por ejemplo, el Plan de Reactivación Educativa, que si bien no es una política pensada en el largo plazo ni establece un instrumento de evaluación de la magnitud del SIMCE, sí marca prácticas, discursos y, por supuesto, significados acerca del rol de una comunidad educativa y el trabajo que hacen o deben hacer sus protagonistas”.
“Recontextualización de las políticas de evaluación de la calidad escolar: una aproximación etnográfica al SIMCE en escuelas chilenas desfavorecidas” fue liderado por la investigadora Paulina Contreras (UChile) y contó con la participación de los/as investigadoras/es: Eduardo Santa Cruz (UBO), Jenny Assaél (UChile), Evelýn Palma (UChile), Beatriz Fernández (UChile), Jesús Redondo (UChile) y Natalia Albornoz (UChile/UOH).