Obligatoriamente, más de 15 millones de personas -mayores de 18 años- deberán votar en el Plebiscito de salida que definirá si se aprueba o no la nueva propuesta de Constitución, tras el rechazo de la primera opción que se resolvió en las votaciones del 4 de septiembre de 2022.
Las preguntas que surgen son: ¿están informados los votantes que irán a las urnas?, ¿se interesan en informarse?, ¿desde qué fuentes obtienen la información?, ¿o –definitivamente- no existe un interés genuino en la política del país?
Para el investigador de la Universidad de O’Higgins (UOH), Manuel Canales, el asunto de fondo es “la calidad de la política y la democracia de Chile, hoy. Desde el fin de la dictadura, la sociedad chilena fue despolitizándose: por la misma ley del modelo que llamaba a cada quien a encerrarse en sus negocios privados –eso de ‘uno elige’-, y por la propia concepción de la clase dirigente durante ese período. La democracia había de ser sin ciudadanos activos y movilizados. De hecho, ni como votantes importaban tanto. Como norma de ese tiempo, más o menos la mitad no votaba o votaba nulo/blanco, vale decir, ‘pasaba’, cuando no despreciaba”.
“Incluso, hubo analistas -señala Manuel Canales- que platearon que hasta se entendía que esa ‘abstención’ masiva era un signo auspicioso; tan bien andábamos que los ciudadanos podían olvidarse de asuntos engorrosos y concentrarse en disfrutar su prosperidad doméstica nueva”.
Bulla y silencio sepulcral
Y al continuar su análisis, el investigador sostiene que “lo único cívico que ha habido por estas tierras, desde entonces, fue la gran marcha ciudadana del 25 de octubre de 2019, por número y por forma, y que es, difícilmente, repetible”.
Para Manuel Canales estamos “cursando una crisis constitucional en el sentido que tomamos razón de que, como sociedad, no somos capaces de un acuerdo o un pacto mínimo de entendimiento de la vida social y pública. Tenemos dos fallos ‘al hilo’ sobre la Constitución, y el tercero, ni se intentaría”.
Sostiene que la sociedad arrastra como cadenas “sus fracturas y se escucha el ruido que va quedando, nada más. Es como si la bulla no alcanzara ni a apagar el silencio medio sepulcral en el que andamos. Por eso, es todo tan turbio, tan confuso. Evanescente y cargado de rarezas livianas como ‘Amarillos’, por ejemplo”. Y a renglón seguido, pregunta, “¿En qué circunstancia tamaño autodesprecio político toma carta de protagonista?”.
El investigador, indica que, en la sociedad actual, “todo se anula, nadie trae palabra sostenida y convincente”. Indica que es posible que exista “más espacio a un pacto de clases -en torno a los derechos económicos sociales o a ‘la demanda social’- que, en torno a un libro político, en el Chile de dos almas, desde siempre dos almas, y siempre las mismas”.
Consultado, sobre la sensación de que la gente, el votante, se está informando en Tik Tok, el Dr. Canales señala que: “es el vacío de palabra pública lo que alimenta las corrientes oscuras del hablar de las redes sociales; es la ausencia de prensa potente y de vocerías de todos los actores validados, y con algo que decir, que se mantenga al menos un par de años, lo que lleva al tik tokeo de la Constitución”.
Y sobre la ausencia de educación cívica, sostiene que “claro que no hay educación cívica, pues se le eliminó. ¿Para qué educación cívica? Si lo que se requiere -desde hace cuarenta años en Chile- es otra cosa: ¡educación financiera, educación mercantil! En una sociedad de mercaderes, como nos quiso, y a veces parece que nos hizo, el neoliberalismo. El civismo es una ridiculez de novelas del siglo XIX, en Europa”.