La libertad de expresión no puede ser entendida como el poder del más fuerte para decir lo que le plazca
Nada más que al llegar de su viaje en Europa durante la quincena de noviembre, la ministra vocera de gobierno, Camila Vallejos, ha tenido que salir a enfrentar la desinformación causada a raíz del mismo viaje: un encuentro para poder combatirr la desinformación y las fakenews; que han ido socavando las democracias, porque ayudan a que la información recibida por ciudadanos y ciudadanas entre en un sesgo por quienes las emiten.
Y no tan sólo por parte de las y los usuarios de redes sociales, que no escatiman esfuerzo en difundir noticias falsas a través de bots, sino que también alcanzando a los medios conocidos como “tradicionales”. Sólo un botón de muestra fue el artículo de prensa publicado por el diario La Tercera en digital, en donde hacían hincapié en que el gobierno eliminaría del calendario escolar la celebración del día del carabinero. Cuestión que debió ser aclarada porque como noticia falsa, se regó por internet incluso haciendo que algunos parlamentarios de derecha pidieran explicaciones al gobierno: era todo falso. No salió a pedir disculpas el medio mencionado, sino que sólo cambió el contenido del artículo tergiversando las celebraciones que ahora incluiría.
Entonces si se entiende que existe un sesgo de la información, sin ir más lejos con las encuestas que se publican cada semana, o las noticias que acaparan matinales, noticiarios centrales y la prensa escrita. Es ahí en donde entra el proyecto del gobierno en querer dar un puntapié inicial, vía inversión, en más medios de comunicación que ayuden al pluralismo. Pero desde quienes defienden el status quo alegan un ataque a la libertad de expresión, entendiendo está sólo como la facilidad de decir lo que se quiera sin medir consecuencias.
Es un problema grave al cual nos enfrentamos: por un lado la INFOMEDIA, que ha sido definida por la OMS, como la sobre información sobre un tema que no permite tener una premisa clara: una abundancia tal que entorpece más de lo que aclara.
Y sumemosle a ello, lo que el filósofo sur coreano-alemán Byung-Chul Han ha llamado la INFOCRACIA: quienes tienen el poder, definen la información y con ello las democracias. Y a esto lo que estamos enfrentados hoy en el mundo y también en Chile.Por ello quiero recomendarles este libro, INFOCRACIA de este filósofo superventas para poder entender un poco este fenómeno que ha llegado para quedarse.
(…) “El poder disciplinario represivo deja paso a un poder inteligente que no da órdenes, sino que susurra, que no manda, sino que da con el codo, es decir, da un toque con medios sutiles para controlar el comportamiento. La vigilancia y el castigo, que caracterizan el régimen de la disciplina según Foucault, dejan paso a la motivación y la optimización. En el régimen neoliberal de la información, la dominación se presenta como libertad, comunicación y community.” (…)
Sabemos cuánta información recibimos y nos enfocamos en retener. Es la información qué necesitamos, que nos sirva para algún propósito o es una simple acumulación de datos sin sentido que nos desencaja de los verdaderos significados que puedan tener nuestras vidas. Porque como reza el refrán de una radio: Para tener opinión hay que estar informado(a). Pero este filósofo nos plantea que esa información 24/7 es la que está dañando las democracias alrededor del mundo. Porque mucha de esa información no se apega a la verdad o es producida para ocultarla.
En 5 ensayos recopilados en este libro, la información y su uso pasan a tomar el papel central de cómo hoy nos expresamos, sentimos y deseamos. Quizás la barbarie ya no se expresa en hordas atacando una ciudad, sino que más en miles de bots a través del infitum digital, que sólo ayudan a tergiversar los hechos acontecidos. Una lectura esclarecedora en tiempos tan difíciles de separar la verdad de la mentira, y que está última se ancla sobre el temperamento de vociferantes que no le temen a gritar para imponer una creencia y no una verdad, o al menos, intentar estar del lado de ella.
Un debate que se está abriendo y que las posiciones que buscan acuerdo se instalan dentro de una perspectiva que no subsana el papel primordial de la información: que sea fidedigna, clara y ayude a un propósito. No desde un margen político (aunque todo es política), sino que más bien busque acondicionar nuestros sesgos ideológicos ante una verdad que sea escrutable, medible y comparable.