(Por René Leal Hurtado, Doctor en Sociología). El acuerdo ayer sentenciado por la Derecha, la ex – Concertación y parte del Frente Amplio, es la rúbrica de una de las últimas posibilidades que tenía la Derecha y sus aliados, de salir airosos e impunes de la crisis que crearon con un acuerdo similar en 1989, en el cual se pacto, planificó y ejecutó todo lo que culminó en este levantamiento del pueblo ante tanta desigualdad e injusticia en el país, que de hecho se ha expresado en lucha de clases.
El neoliberalismo, que ha dominado a la sociedad chilena por más de cuatro décadas y que tuvo una segunda etapa de hegemonía desde 1989 hasta ahora, aun respira, y ha tenido un tubo de oxigeno extraordinario con el ‘pacto de la indignidad’ firmado ayer.
Este pacto se realiza bajo los mismos preceptos en que la clase dominante ha ejercido su poder y se ha enriquecido todo este tiempo, los de la ideología neoliberal, que en general hace que lo malo se nuble y aparezca como bueno. Según Karl Marx, la ideología es un poderoso instrumento de distorsión de la realidad que tiene el efecto de encubrir las contradicciones que cruzan la sociedad en favor de los intereses de la clase capitalista.
Así, el espejismo del Jaguar de América que embrujo al mundo y a muchos acá también, resaltó el aparente advenimiento de la modernidad, del acceso a los bienes de consumo, de la prosperidad y el desarrollo del que gozaríamos todos. Esas imágenes no nos dejaron ver el despojo que ocurría a través de la privatización de industrias y servicios, la desregulación laboral y la liberalización del mercado, pilares de esta modalidad extrema de acumulación. En términos simples, del saqueo más grande del que tengamos memoria.
De esa manera, llegamos a tener un país subastado al mejor postor; su Estado reducido a un pobre rol subsidiario y de salvataje del gran empresariado; malos sueldos para la mayoría; pensiones indignas para la tercera edad; educación mercantilizada y de baja calidad, resultado de la destrucción y abandono de la educación pública; la salud pública desprotegida y precarizada; el pueblo mapuche discriminado, reprimido y sumido en la pobreza extrema; los recursos naturales entregados a la explotación despiadada por parte de empresas transnacionales y; la escasa libertad de información debido al monopolio de los medios de comunicación. Todos estos procesos constituyen sólo lo mas visible de los problemas que han existido hasta ahora, y han jugado a favor de la acumulación de la riqueza del 1% de la población en desmedro de la mayoría.
Pero el salto del torniquete rebelaría esa oscura realidad del jaguar. En otras palabras, corrió el velo que la ideología neoliberal, en su función distorsionadora de la realidad, nos había mantenido en una inquietante pasividad, sólo remecida por movimientos sectoriales como el de la educación, que encendían la alerta de que algo estaba pasando.
Pero el estallido social terminó por remover totalmente el velo, mostrando la distorsión en nuestras conciencias. Esto ocurrió de la única forma que podía ser, resolviendo la contradicción de clases en la práctica, a través de la lucha de clases. Sin embargo, la clase dominante acorralada, ha tenido el poder y la habilidad para sacar la cabeza a la superficie. Y lo hace de la misma forma como se ha enriquecido siempre, a través del engaño, del uso una vez más, de la ideología.
Encerrada y sin poder reaccionar, su último recurso fue aceptar el clamor de una nueva Constitución, pues la gente comprendió que todo el aparataje de su dominación estaba encapsulado en ese documento promulgado fraudulentamente por la dictadura en favor de los ricos. Aceptó eso e incluso un plebiscito de entrada para que el pueblo dirima entre dos alternativas, que incluirían a la Asamblea Constituyente (pero sospechosamente con otro nombre) y la propia. Sin embargo, en el procedimiento para llegar a ello, exigió un quorum de 2/3, lo que retrotraería todo a retomar la vieja Constitución y uno de sus más retorcidos contenidos, que fue clave en la ley binominal. En ella, era posible, que, si no se lograban los 2/3 o más, se impedía elegir los dos candidatos por distrito. O sea, el 34 valía lo mismo que el 66%, la minoría condicionaba. Así la derecha pudo elegir casi siempre un candidato de los 2 que se elegían en cada distrito, sin importar si era minoría.
Esto quiere decir, que si bien la derecha cedió en estas demandas por el cambio de la constitución, seguirá contando con poder de veto, el parlamento seguirá, en última instancia, decidiendo a partir de estas restricciones que ponen ellos, así declare que partirá ‘en blanco’ y no recurrirá a la constitución anterior. Por lo tanto, estamos frente a un proyecto de constitución política de carácter mínimo, como la norteamericana, que es restrictiva de la voluntad general.
En consecuencia, lo ocurrido sólo puede ser celebrado – hasta aquí – por la derecha, la exConcertación y la pequeña burguesía del Frente Amplio que participó de este pacto con el diablo. Pero sobre todo por Piñera. Algunos, un poco cansados de unas semanas vertiginosas de conflicto social, y temerosos de la represión, ven un alivio en este acuerdo, como lo fue la ‘alegría ya viene’. Pero es claro que todavía hay mucho por que luchar, nada esta garantizado por un pacto entre los mismos que fueron responsables del desastre que ha significado esta extrema concentración de la riqueza para unos pocos.
Una vez más se asoma una nueva trampa, la distorsión en nuestras conciencias que introduce este acuerdo que pareciera beneficiar a todas y todos, pero que esconde su objetivo de clases de mantener el poder y el modelo de sociedad, esta vez, por medio de la preservación de la capacidad de veto que la derecha ha tenido.
Este último episodio de artimañas, vuelve a demostrar que, como ha ocurrido en Chile, lo que preocupa e inquieta a la clase dominante, a los neoliberales, no es el régimen en el que habita, ya que su enriquecimiento lo ha realizado tanto en dictadura como en democracia. Lo que le preocupa es lo que lo limita, esto es, no poder acumular. Por lo tanto, va a seguir usando la ideología para encubrir su propósito principal, lo que requiere de tres factores indispensables para que esta riqueza se produzca y acumule más rápido. Exacerbar el principio de la libertad individual que se asocia a un segundo, la catalaxia, la aparente libertad e igualdad que tendrían los individuos para participar y competir en los confines del mercado; todo esto demanda de la ‘paz interna’. Si esta última se logra en dictadura o en democracia, da lo mismo. Hoy se esta ocupando el segundo camino, pero esto nunca esta garantizado.