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Presidente Gabriel Boric interviene en la 80° Asamblea General de Naciones Unidas con potente llamado sobre Palestina y nomina a Bachelet como secretaria general

  • Acompañado de una delegación transversal de parlamentarias y parlamentarios, ministras y ministros de Estado, de la representante permanente de Chile ante la ONU, Paula Narváez, y de Michelle Bachelet, el Mandatario anunció la candidatura de la ex presidenta a la Secretaría General de las Naciones Unidas.
  • El Presidente de la República hizo un llamado a tomar acciones para terminar con los conflictos armados de Gaza y Ucrania, a la necesidad de trabajar en soluciones concretas para la crisis climática, remarcó el poder de la democracia al servicio de la solución de conflictos y reiteró la propuesta de Chile para que la secretaría del acuerdo BBNJ, que busca ampliar la gobernanza oceánica, se establezca en Valparaíso.

El martes 23 de septiembre, desde la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, Estados Unidos, el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, intervino en la sesión general de la 80° Asamblea General de Naciones Unidas. El Mandatario estuvo acompañado de las ministras y ministros de Relaciones Exteriores, Alberto van Klaveren; Desarrollo Social y Familia, Javiera Toro; de la Mujer y la Equidad de Género, Antonia Orellana; y del Medio Ambiente, Maisa Rojas; además de la expresidenta Michelle Bachelet; la representante permanente de la Misión de Chile ante la ONU, Paula Narváez y parlamentarios y parlamentarias de distintos sectores políticos: el presidente del Senado, Manuel José Ossandón; las senadoras Alejandra Sepúlveda y Loreto Carvajal; los senadores Iván Moreira, Ricardo Lagos Weber, Matías Walker, Francisco Chahuan, Rojo Edwards y Sebastián Keitel; y la diputada Camila Rojas.

A continuación, el discurso del Presidente de la República, Gabriel Boric Font:

Señor presidente, integrantes de la Asamblea General de Naciones Unidas, habitantes y pueblos del mundo:

Son ochenta años los que han transcurrido desde la creación de las Naciones Unidas. Ochenta años han pasado, también, desde que Gabriela Mistral, una mujer chilena criada entre los cerros del valle del Elqui, recibió el Premio Nobel de Literatura. Su voz —de poeta, de profesora, de diplomática— sigue resonando en nuestra patria y en el mundo.

Y fue justamente aquí en Nueva York, en 1955, que el embajador chileno José Maza leyó el Mensaje sobre los Derechos Humanos, escrito por Gabriela Mistral; que decía: “Yo sería feliz si vuestro noble esfuerzo por obtener los derechos humanos fuese adoptado con toda lealtad por todas las naciones del mundo. Este triunfo será el mayor entre los alcanzados en nuestra época”.

¿Hemos acaso alcanzado este triunfo? La respuesta es categórica. No. Y es que, a estas alturas, yo ya no sé qué decir de Gaza, porque muchos lo han dicho todo, desde esta tribuna y desde otras. Pero por sobre nuestras palabras resuenan las miradas muertas de quienes siendo inocentes han perdido la vida. 

Hoy, siendo 2025, son miles los seres humanos inocentes que pierden la vida solo por ser palestinos, tal como hace 80 años millones la perdían solo por ser judíos. Entonces más que hablar de cifras, de condenas o de exigencias que resuenan entre estas paredes quisiera hoy día hablar de humanidad.

Gaza es una crisis global porque es una crisis de la humanidad. Y en esta sala, y quienes nos escuchan en sus casas, en sus delegaciones, en sus diversos países, somos todos seres humanos. Por eso, cuando debajo de los escombros yacen niños y niñas, hay un dolor genuino en nuestra patria, en Chile; y sé que es compartido en la gran mayoría de los países del mundo.

Y uno de los problemas que enfrentamos como humanidad es que muchas veces el dolor engendra odio. Pero debemos enfrentarlo y combatir con todas nuestras  fuerzas el odio. Transformar las ansias de odiar en deseo de justicia, no hacer ninguna concesión a la violencia. Yo no quiero ver a Netanyahu destrozado por un misil junto a su familia, quiero ver a Netanyahu y a los responsables del genocidio al pueblo palestino enfrentando a un tribunal de justicia internacional.

En otro contexto, la guerra en Ucrania también nos violenta. ¿Pero, algunos se preguntarán, qué tiene que ver con Chile lo que pasa en un país que queda tan lejos y cuyo idioma no entendemos? Algunos nos critican con estos argumentos en nuestra patria. Les diremos lo mismo que tenemos que ver con la madre palestina acribillada cuando buscaba comida. O con el niño o la niña ucraniana raptada hoy día en Rusia. De nuevo tiene que ver con que somos todos seres humanos. 

Uno de los motivos por los que nos reunimos aquí, quizás el principal, es que seguimos teniendo fe en la humanidad. Nuestros corazones no pueden, no podemos permitir que dejen de conmoverse ante el dolor, ante la necesidad de otros como nosotros. Para ello es que justamente nos hemos dado reglas, reglas que son avances civilizatorios producto de aprendizajes de las más grandes tragedias que hemos enfrentado como humanidad. Y esas reglas, hay que decirlo, desde esta tribuna y actuar desde esta instancia, hoy no se están respetando. Porque digámoslo con fuerza: no está bien invitar a negociar a un país neutral y asesinar a tu contraparte violando la soberanía de ese país como se hizo en Doha, Qatar. No está bien bombardear las instalaciones nucleares de un país tal como ayer no estaba bien invadir Irak argumentando armas de destrucción masiva que no existían. No está bien invadir un país soberano como Ucrania y después imponer una negociación sobre hechos consumados y que todos nos resignemos sin más a ello.

Como nos recordaba el escritor francés Albert Camus a propósito de la experiencia de la segunda guerra mundial, si no creemos en nada, sí nada tiene sentido y no podemos invocar ningún valor, entonces todo está permitido, no hay ni bien ni mal, y nada tiene importancia. Entonces, si aceptamos aquello, tendríamos que admitir que la razón solo está del lado de quien tiene éxito y la regla con que evaluamos la humanidad sería solo la eficacia, o sea, la ley del más fuerte.

Quiero decirles que en última instancia, este razonamiento, es la justificación del asesinato. En un mundo así, la vida de un hombre, de una mujer o de sus hijos dependerá siempre del azar o de una benevolencia (o maleficencia) arbitraria. En un mundo así, todos quienes vivan sin condenarlo con todas sus fuerzas, son, de una manera, tan homicidas como el que hace caer la bomba o el que aprieta el gatillo. 

Especialmente, teniendo la voz y el poder de decir basta, como precisamente lo tenemos todos los líderes que estamos en esta sala: tenemos una responsabilidad mayor. Nos negamos a dar la razón a quienes poseen la fuerza o el dinero, y cuando afirmamos esto se nos tilda de utópicos. ¿Pero qué es la historia sino un permanente viaje utópico? Habrá quienes prefieran solo emprender las tareas que dan resultado en el corto plazo, pero por lo general, los atajos conducen a precipicios. Y es que no hace falta tener éxito en el sentido en que se entiende el éxito hoy al menos en el mundo occidental, para seguir luchando por un mundo más justo. Porque sabemos que es justamente esta porfía, que compartimos, la que ha permitido cambiar el mundo para que haya más justicia, más libertad, más igualdad, más inclusión, más solidaridad.

Por eso, estimados y estimadas, cuando se nos invita a la sumisión, cuando se afirma que la inteligencia está demás, cuando quieran demostrarnos, como han hecho algunos desde este podio, que se puede mentir para sacar ventaja, digámosle que no. No cedamos a la astucia, ni a la violencia, ni a la pasividad.

Yo puedo y debo respetar a quien le guste más el color azul que el rojo, a quien profese una fe distinta a la mía, a quien crea que es mejor aumentar o disminuir impuestos según las circunstancias. En el fondo, puedo y debo respetar la diversidad de opiniones.

Pero a la vez que respeto la opinión de quien piensa distinto, enfrento la insolencia de quien miente, más aún cuando aquella persona es consciente de ello. Por ejemplo, se ha afirmado, en este mismo podio, hoy día, que no hay calentamiento global. Esa no es una opinión, es una mentira, y las mentiras debemos combatirlas. Podemos por cierto discutir cuáles son las mejores formas de enfrentar el calentamiento global, o quiénes son más responsables que otros, pero no podemos negarlo. Podemos discutir cómo los nazis llegaron a gobernar parte importante de  Europa, pero no podemos negar el Holocausto. Podemos estudiar los efectos secundarios de una vacuna, pero no podemos afirmar sin pruebas que las vacunas provocan autismo.

El mundo necesita un verdadero diálogo. Diálogo entre distintos, entre quienes tienen diferentes visiones de mundo. Para eso justamente fueron creadas estas Naciones Unidas. Para dialogar y decidir que la barbarie no es aceptable. Que los derechos humanos se deben respetar sin importar ideologías ni de víctimas ni de victimarios. Que el derecho internacional es la garantía de que primará siempre la razón por sobre la fuerza.

El opuesto a ese diálogo es la mentira y el silencio. Y ambos nos llevan a la soledad más profunda. Entonces, ¿cuál es nuestra tarea hoy? Trazar y caminar hacia el futuro que queremos como humanidad y trabajar por unas Naciones Unidas que nos lleve en esa senda. Desde Chile nos moviliza esa visión compartida en torno a la democracia, a los derechos humanos, a la justicia social, la equidad, en el respeto irrestricto a la libertad de expresión, a la acción climática, todos estos que se levantan como pilares de esperanza y acción para recorrer los tiempos difíciles que enfrentamos.

Hoy el mundo necesita voces fuertes y claras que defiendan el compromiso de ¡Democracia, siempre!, sin matices, sin excusas. Por ello, esta semana hemos convocado, junto a Brasil, España, Uruguay y Colombia al segundo Encuentro por la Defensa de la Democracia, un esfuerzo colectivo que partió justamente aquí en la ONU, hace un año. Queremos construir puentes para identificar las falencias de la democracia, buscar formas de corregirlas y de mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos. No nos contentamos con apuntar lo que no nos gusta del mundo, no nos contentamos con decir “esto no nos representa”; queremos proponer y defender en positivo lo que sí creemos.

Dicho lo anterior, me gustaría detenerme brevemente en un tema en particular. Vengo de Chile, que es un país tricontinental, que tiene un íntimo vínculo con el océano, tenemos más de 7600 kilómetros de costa y como país que mira al océano, estamos orgullosos de haber sido el primero de América y el segundo del mundo en ratificar el Acuerdo BBNJ para ampliar la gobernanza oceánica más allá de las áreas jurisdiccionales, que además, en las pasadas semanas cumplió con las sesenta ratificaciones para que entre en vigor, y por lo tanto su primera conferencia de las partes deberá celebrarse el próximo año, ojalá esperamos en los primeros meses. Quiero aquí reiterar nuestro ofrecimiento para que su Secretaría se establezca en nuestra “perla del Pacífico”, nuestra ciudad de Valparaíso, porque creemos que este acuerdo es una oportunidad para acercar la gobernanza oceánicaal sur global.

Chile es también un país con vocación antártica, ese continente de ciencia y de paz, y tenemos un liderazgo materializado en investigación científica, en apoyo logístico, en campañas en el continente blanco. Gran parte de ustedes cuando han ido a la Antártica, lo han hecho a través de Chile. Dentro de dos semanas, se reunirá nuevamente la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos. Por eso, hoy hago hoy un llamado a sus Estados parte: es tiempo de aprobar la propuesta de área marina protegida del Dominio 1 en la Península Antártica, presentada en conjunto por Chile y Argentina.

No podemos dedicarnos a explotar recursos si no adoptamos medidas de conservación adecuadas, pues ello redunda en la destrucción de la vida marina de la que también dependemos nosotros. No nos olvidemos que somos parte de un mismo ecosistema. Sostener la vida en la tierra es una tarea que debemos asumir con urgencia y con responsabilidad: por quienes nos antecedieron, por quienes hoy comparten la vida con nosotros en el mundo y por las generaciones que están por venir.

Estimados y estimadas: 

en este escenario de tensiones, conflictos prolongados, crisis climática y crisis humanitarias, el proceso de selección y nominación de quien sea Secretario General de las Naciones Unidas adquiere una relevancia especial. Llego a esta Asamblea convencido de que siempre, incluso en las condiciones y circunstancias más adversas, hay espacio para actuar de forma lúcida, colectiva, transformadora, humanitaria. Que nunca la tragedia humana es inevitable. No vamos a renunciar a la esperanza que los cambios que el mundo y que las Naciones Unidas requieren puedan suceder. Porque justamente depende de nosotros.

Quiero decirles que el equilibrio regional debe ser respetado en este proceso. Este es el tiempo de América Latina y el Caribe: somos una región sin guerras, con una rica tradición diplomática, forjadora de consensos, y un compromiso inquebrantable con la Carta de Naciones Unidas desde su fundación.

Enfrentar el desequilibrio histórico de género en las Naciones Unidas, en donde nunca un Secretario General ha sido mujer, es también un pendiente. 80 años de historia sin que una mujer haya sido la Secretaria General de las Naciones Unidas.

La ONU debe reflejar los avances del mundo y reconocer que una mujer al mando no es sólo símbolo de equidad, sino que representa y hace realidad que la mujer, siendo la mitad de la población, más de la mitas de la población; puede ocupar todos los espacios del mundo, y que ningún espacio le está vetado.

Chile quiere contribuir activamente a este esfuerzo colectivo y por ello, es para mí un tremendo honor anunciar desde aquí que Chile nominará a nuestra ex Presidenta Michelle Bachelet Jeria como candidata a la Secretaria General de Naciones Unidas, que además nos está acompañando en esta sesión.

Michelle Bachelet no solo es una figura ampliamente conocida y respetada en el ámbito global. Es una mujer con una biografía profundamente coherente con los valores que inspiran esta organización. Ha sido jefa de Estado de Chile en dos ocasiones, por cierto, la primera mujer. Fue también ministra de Salud y de Defensa, fue directora ejecutiva de ONU Mujeres y también Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Michelle Bachelet ha gobernado, ha negociado, ha sanado y ha escuchado. Su trayectoria vital combina la empatía con la firmeza, la experiencia con la apertura y todas ellas con la capacidad ejecutiva de decidir, de hacer.

En tiempos de fragmentación y desconfianza, tengo la convicción y sé que esto es compartido en mi país, que Michelle Bachelet representa una figura capaz de tender puentes entre el norte y el sur, entre oriente y occidente, entre la urgencia de las soluciones y la defensa de los principios. Con su liderazgo, las Naciones Unidas podrán recuperar credibilidad, eficacia y propósito frente a los desafíos de nuestro tiempo, trabajando por cierto sobre el legado de Antonio Guterres quien me consta ha dado lo mejor de sí por la dignidad de la humanidad toda desde esta institución.

Con humildad y convicción, desde Chile presentamos esta candidatura con la certeza de que Michelle Bachelet puede contribuir de manera decisiva a hacer de Naciones Unidas, una vez más, un espacio de encuentro, de soluciones y de esperanza activa para el mundo entero

Estimados y estimadas: son ochenta años. Miramos estas décadas y apreciamos los enormes avances que ha tenido la gobernanza internacional, pese a los desastres que enfrentamos podemos decir también que hemos avanzado, pero también nos atenaza la sensación de que estos avances están en peligro. ¿Quiénes serán los que tracen los mapas del mundo del futuro?

Queremos creer que no serán los que agreden, los que descreen y debilitan a las instituciones multilaterales, los que humillan al más débil. Queremos creer que serán en conjunto todos los pueblos de la tierra. Que juntos, representados en esta Asamblea, lograremos delinear los caminos definitivos para que tengamos un futuro no solo posible y viable, sino digno y respetuoso para con todas las personas.

Y para lograrlo, esta organización, que emergió recordémoslo de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, después del fracaso de la Sociedad de las Naciones, esta organización es fundamental; y su renovación, sus cambios, son fundamentales y urgentes. Por eso, renovada y reformulada pero con el mismo propósito: que, en su pluralidad, la comunidad internacional trabaje unida, en palabras de Víctor Jara, ese tremendo cantante chileno, artista chileno: “por ese amor a la tierra que nos ha ayudado a vivir, amor a la paz para gozar la vida, amor a la libertad de todos y todas, para que existan mis hijas, y mi hogar, y el barrio, la ciudad y los pueblos, sin yugos propios ni yugos extranjeros”.

Transitemos, estimados y estimadas, juntos, libres e iguales, diversos y semejantes, en el camino compartido de buscar la verdad, la belleza, la felicidad y la justicia.

Muchas gracias.

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