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One Health en zoonosis: la urgencia de una estructura articulada en vigilancia y control sanitario

  Expertas de la Universidad de O’Higgins, advierten la necesidad de implementar un sistema riguroso para el tratamiento de enfermedades infectocontagiosas, donde la educación y la bioseguridad jueguen un rol fundamental en la población.

Según la National Library of Medicine (NLM), el 60 % de enfermedades infecciosas humanas tienen origen zoonótico y cada año causan más de 2,7 millones de muertes en el mundo. En Chile, el MINSAL y el SAG reportan brotes activos de influenza aviar, leptospirosis, equinococosis (hidatidosis), hantavirus, brucelosis y rabia silvestre en zonas rurales, conformando un escenario de alerta que exige mayor atención y preparación para contener problemas que -de no abordarse oportunamente- podrían escalar a crisis sanitarias mayores, como ocurrió con la pandemia de COVID-19, también de origen zoonótico.

Las académicas de la Universidad de O’Higgins (UOH), Gemma Rojo y María Teresa Solísadvierten que estas cifras reflejan un escenario complejo asociado a ecosistemas alterados, baja bioseguridad y deficiencias en los protocolos de vigilancia y manejo de fauna silvestre y animales de producción. Ambas especialistas coinciden en que el enfoque “One Health” ofrece una vía rigurosa y efectiva para enfrentar este desafío, al integrar disciplinas como la medicina, la medicina veterinaria, la epidemiología y la ecología en un marco de gobernanza sanitaria integrada.

Como parte de este compromiso, la Universidad de O’Higgins participa activamente en la Mesa Regional de Zoonosis en contexto “Una Salud”, convocada por la Seremi de Salud de la Región de O’Higgins, instancia que promueve el trabajo colaborativo entre instituciones públicas, academia y servicios técnicos para enfrentar estos desafíos sanitarios desde un enfoque territorial.

Contención interdisciplinaria

Gemma Rojo, del Instituto de Ciencias Agroalimentarias, Animales y Ambientales, plantea la necesidad de seguir avanzando en la articulación de monitoreos multidisciplinarios frente a enfermedades como la influenza aviar, el hantavirus, la rabia silvestre o incluso potenciales amenazas como el COVID-19, cuya circulación activa o emergencia en zonas rurales evidencian la importancia de complementar los esfuerzos institucionales existentes con estrategias preventivas más amplias y articuladas a nivel territorial.

“La estrategia One Health reconoce que la salud humana, animal, vegetal y ambiental están profundamente interconectadas. Este enfoque promueve la colaboración entre disciplinas de la medicina humana, veterinaria, la epidemiología y la ecología, activando distintos sectores destinados a la prevención y mitigación de riesgos en este tipo de enfermedades”, explica la Médica Veterinaria.   

Desde esta mirada, la experta sostiene que el control de vectores en sistemas de producción animal y entornos rurales puede optimizarse sustancialmente mediante intervenciones articuladas que eleven los estándares de bioseguridad en rebaños, cultivos y espacios habitacionales. “En terreno, se trabaja directamente con productores y equipos veterinarios en estrategias prácticas como el manejo seguro de residuos, la organización de bodegas, el control integrado de plagas y la capacitación comunitaria en medidas preventivas. Cada una de estas acciones contribuye de forma concreta a frenar la dispersión de zoonosis como el hantavirus, reforzando la seguridad alimentaria y disminuyendo los riesgos de contagio y propagación en zonas rurales”, señala.

La académica participa como co-investigadora en el proyecto Fondecyt Regular Nº1230457, titulado “Rats and zoonotic pathogens: identifying environmental drivers of rat infestation and pathogen infection along anthropogenic gradients in Central Chile”. Este estudio busca comprender cómo los cambios en el uso de suelo influyen en la presencia de roedores y su rol como reservorios de patógenos de alto impacto sanitario, como Leptospira spp., Bartonella spp. y Trypanosoma cruzi. “El trabajo que desarrollamos con el Dr. André Rubio (Universidad de Chile) ha mostrado que las transformaciones del paisaje —como la urbanización, la fragmentación del hábitat y la intensificación agrícola— pueden favorecer la presencia de roedores sinantrópicos y, con ello, la circulación de patógenos de importancia zoonótica. Esta evidencia refuerza la necesidad de fortalecer la vigilancia con un enfoque ecológico, que considere las dinámicas territoriales y los gradientes de intervención humana”, concluye.

En el caso de la rabia silvestre, la experta señala que su diagnóstico oficial está a cargo exclusivo del Laboratorio Nacional y de Referencia de Rabia del Instituto de Salud Pública (ISP). “Ese rol central es fundamental, pero idealmente debería complementarse con mayor vigilancia territorial en fauna silvestre, fortaleciendo los sistemas de alerta temprana y articulación multisectorial que nos permitan anticipar riesgos desde lo local. El enfoque One Health ayuda precisamente a eso: integrar capacidades dispersas en un modelo de respuesta coordinada y efectiva”, agrega la Dra. Rojo.

Educación como estructura

Por su parte, María Teresa Solís, del Instituto de Ciencias de la Salud, recuerda que algunas zoonosis presentes en comunidades rurales de Chile, como la hidatidosis y el Chagas son de origen endémico, razón por la cual se han mantenido activas, en buena medida, debido a la falta de conocimiento asociado a simples prácticas sobre control sanitario. Entre tanto, la equinococosis quística, según indica, se mantiene en ciclos de transmisión asociados a la cría de ganado ovino y canes sin desparasitación.

“Estas enfermedades siguen presentes en la ruralidad chilena, debido a falta de diagnóstico oportuno, al desconocimiento de prácticas de saneamiento y a la escasa educación sanitaria. Y en ese sentido, se hace urgente mejorar la estructura de diagnóstico, adaptar los sistemas de vigilancia a los efectos del cambio climático, ampliar la investigación y promover una cultura de corresponsabilidad entre los distintos actores”, expresa la académica destacando estas recomendaciones como parte de lineamientos para una política pública.

Menciona que impulsar una estructura de esta naturaleza requiere de recursos permanentes que permitan fortalecer los protocolos en vigilancia epidemiológica y en trabajo con comunidades locales. “Esto, en virtud de una estructura de funcionamiento óptima, adecuada y articulada dentro de una cultura para el control sanitario y medioambiental”.

La epidemióloga, reitera que desde el “One Health”, no solo se contempla la optimización en la detección de patógenos y planes de bioseguridad, sino también la formación de la población para cortar cadenas de contagio. “Sin esta coordinación, la respuesta es fragmentada y menos eficaz”, explica.

Vigilancia y compromiso

Al respecto, las académicas consideran que desde el “One Health” se pueden implementar programas de desparasitación regular de animales de compañía y producción, la promoción de vacunación de mascotas, el control de roedores y la educación en manipulación segura de alimentos y consumo responsable de agua. También subrayan la importancia de promover una convivencia respetuosa con la fauna nativa, clave para prevenir saltos de especies y nuevas zoonosis. No obstante, finalizan coincidiendo que, sin comunidades comprometidas, ningún plan de vigilancia será realmente efectivo. 

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