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Historia del coro del ex campo de prisioneros Chacabuco se publica en formato de libro disco

En el Museo de Santiago Casa Colorada se representó el libro  “Cantar para no morir”, obra de Iván Quezada Moya quien relata y comparte en un registro de audición, lo que fue el coro de prisioneros del campamento de Chacabuco en Antofagasta entre 1973 y 1974.

El libro reseña el testimonio de su autor, ex prisionero de Chacabuco, quien dirigió el coro integrado por 19 de los más de 900 hombres, presos políticos, que permanecieron detenidos por meses en la vieja oficina salitrera en manos de las fuerzas militares golpistas. 

Buscando sobrepasar el dolor y en defensa de su dignidad humana, los detenidos resistieron la prisión y el aislamiento con diversas iniciativas culturales y educativas. 

En febrero de 1974 el coro hizo una presentación de su repertorio en el campo de prisioneros. El registro quedó grabado en una cinta cassette que su autor ha logrado conservar durante 50 largos años.

“Tenía la idea de crear un objeto de memoria y rendir una homenaje a los chacabucanos, a los que estuvieron en el coro y a los que estuvieron en Chacabuco”, relató Quezada quien viajó desde Francia -país en el que vive desde que comenzó su exilio en los primeros años de la dictadura-  para presentar la obra.

El lanzamiento estuvo acompañado por el presidente de la Corporación Memoria Chacabuco, Juan Botto, el académico y periodista, Jorge Montealegre, y el director de Perroseco Editores, Sebastián González.

“Ha sido una presentación bastante emotiva”, compartió el editor, destacando la importancia de la memoria, de su divulgación, y la manera en que aquellas personas enfrentaron la prisión y los crueles agravios de quienes derrocaron el gobierno de Salvador Allende.

El libro disco de 31 páginas, reseña en castellano y en francés el nacimiento del coro Chacabuco e incorpora diversas imágenes y fotografías de lo que fue aquel campo de concentración.

Contiene además los 17 relatos que elaboró el rector -en ese entonces- de la Universidad de La Serena, Raúl Naveas, para presentar cada una de las canciones que los coristas interpretaron esa noche de febrero, y cuyo registro se puede escuchar de manera íntegra en el CD que incluye la publicación.

De izquierda a derecha: Juan Botto, presidente de la Corporación Memoria Chacabuco; Iván Quezada, autor del libro; Jorge Montealegre, académico y periodista; y Sebastián González, director de Perroseco Editores. Registro, Erika Silva de @Colectivo Arpilleras Memorarte.

El coro Chacabuco

Desde los primeros días, luego de ocurrido el Golpe de Estado de 1973, miles de personas fueron hechas prisioneras en el Estadio Nacional, lugar que fue utilizado como espacio de detención, tortura y muerte.

Iván Quezada permaneció en el estadio hasta los primeros días de noviembre de ese año, siendo trasladado posteriormente junto a cientos de prisioneros hasta Valparaíso y luego a Antofagasta.

Al llegar al recinto de la vieja salitrera adaptada como prisión, los detenidos organizaron una reunión para decidir qué harían durante la incierta permanencia en Chacabuco. 

Las propuestas que surgieron fueron organizar actividades culturales, formar una escuela y realizar deportes.

“El 11 de noviembre de 1973 veníamos aniquilados, destruidos y torturados”, expresó Juan Botto: “Nuestro físico pedía a gritos sanar y allá en Chacabuco decidimos levantarnos y organizarnos, y lo hicimos desarrollando una resistencia artística notable”.

Iván Quezada, estudiante universitario con 22 años, había formado parte de la Escuela Musical Vespertina de la Universidad de Chile. 

Su convocatoria tuvo éxito congregando a una veintena de hombres. Muchos cantaron por primera vez y por primera vez participaron de los ensayos diarios con ejercicios de solfeo, vocalización y modulación. 

El coro Chacabuco, que además debía entonar todas las mañanas el himno nacional, tuvo dos hitos dentro de su breve existencia: el concierto de la navidad de 1973 y el concierto de febrero de 1974.

“Yo era miembro del coro y siempre me recuerdo que fue lo mejor que había para mí, porque eso me hacía olvidar las penas cantando”, recuerda Gabriel Taylor quien figuraba entre el grupo de los tenores:

Tras la presentación que realizó en enero el grupo Chacabuco liderado por Ángel Parra en el salón filarmónico de la vieja salitrera -otra de las iniciativas de la resistencia cultural que allí nació-, “el coro pidió autorización para hacer un concierto”, relató Jorge Montealegre, quien también fue detenido de ese campo de concentración chileno: “el público se componía de militares y prisioneros. El día del concierto el capellán facilitó una grabadora y un cassette para grabar”.

Luego de ese concierto, Iván Quezada salió de Chacabuco al tiempo después. Había sido su primera experiencia en la prisión política, pero no la última.

“El cassette en el que grabamos esa noche y que logré sacar de Chacabuco, siempre estuvo conmigo. Durante mi segunda detención, mi madre lo guardó y cuando me fui al exilio me entregó el cassette” relató el autor del libro.

Un sueño y una misión

“Este documento, esta cinta es el vestigio que nos queda y nos hacemos cargo con toda la humildad y responsabilidad del mundo”, explica Sebastián González sobre la edición del libro disco. “Es una responsabilidad tremenda, un documento que lo comparo casi con un diario de Ana frank o con otros elementos que se realizaban dentro de los campos de concentracion nazi”.

Juan Botto de Corporación Memoria Chacabuco, resaltó que “Canto para no morir” no es un libro personal, en tanto contribuye de especial manera a la memoria, precisó:

“Son testimonios que no están en el Museo de la memoria, pues allí los envían a la bodega. No están permanentemente a la vista de todo el mundo. Nosotros soñamos con algún día -espero que pronto- tener nuestra propia casa y ahí hacer un museo in situ con todas estas cosas”, indicó Botto.

Quezada, por su parte, también se refirió a su obra como parte de un devoto compromiso: “Chile es una misión y todos los días lo hago. Siempre Chile está presente y las cosas que programo hacer a nivel cultural, lo hago en torno a la identidad chilena”.

“Esta es una misión, soy un militante comunista de base y todo eso lo hago porque milito; no busco un puesto o una recompensa. Para mí, una recompensa es que la sala hoy estuvo llena y que la gente apreció lo que sucedió en la sala”, sostuvo el autor.

“Canto para no morir” en su primer tiraje ha sido de distribución gratuita. Sobre próximas ediciones se puede consultar directamente con su editorial Perroseco.

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