Las cifras entregadas por el Gobierno y por algunas encuestas de nivel nacional no permiten coincidir la dimensión pragmática de la seguridad pública y la percepción de quienes diariamente deben enfrentar la calle y el bombardeo informativo.
El último informe entregado por el Ministerio del Interior de Chile señala que hubo una baja en la cantidad de homicidios entre 2022 y 2023, mientras que -la misma semana- la Encuesta Bicentenario 2023 (UC) destacó la preocupación al alza de la población respecto a la inseguridad, con el temor como principal actor. Pero ¿qué hace que esta distancia entre percepción y cifras permanezca?
“Hay una diferencia entre la dimensión objetiva de los homicidios con respecto a la preocupación por la seguridad. Ésta última va en un alza constante en los últimos años y si bien hay una disminución en un cierto tipo de crimen, hay otros fenómenos dando vueltas que podrían explicar esta alza en la preocupación. Por ejemplo, la presencia del crimen organizado. Si bien siempre existía un cierto grado de criminalidad en bandas locales, en el último tiempo ha destacado la presencia de bandas que operan de manera internacional, con un nivel de violencia no acostumbrada”, explica el académico del Instituto de Ciencias Sociales (ICSo) de la Universidad de O’Higgins (UOH), Patricio Saavedra.
El experto añade que lo mismo pasa con las bandas locales, “si bien los homicidios han bajado a nivel objetivo, hay delitos de mayor connotación social que han aumentado, quizás no en número, pero sí en agresividad, y también la frecuencia con que se muestran estos hechos en los medios de comunicación o las redes sociales”.
Las percepciones que tienen las personas de cuán seguro es un lugar, donde vive o transita, no sólo tiene que ver con los datos objetivos –asegura el académico-, muchas veces para las personas comunes son solo datos estadísticos, “lo que vale es cómo tú te sientes efectivamente, si puedes salir de tu casa o llegar tarde al hogar, y cuáles son los peligros que puedes enfrentar”.
Medios de comunicación e instituciones
El Dr. Saavedra explica que existe un realce en los medios de comunicación y las redes sociales de los delitos de mayor connotación social, porque son más vistosos, “y eso puede estar jugando con la percepción de inseguridad”, indica.
También entra en juego la percepción y la confianza que tienen las personas de las instituciones. “No necesariamente con prevenir el delito, que es el caso de las policías, más bien cómo se trata a las personas que -por ejemplo- son capturadas infraganti o sospechosas de crímenes. Es decir, cómo operan los tribunales de justicia o la justicia en general y las leyes”.
“Cuando el Estado no es capaz de brindar seguridad a las personas en términos objetivos y subjetivos, puede amenazar la estabilidad institucional, ya que las personas empiezan a dejar de creer que la institucionalidad es útil y efectiva”, agrega el experto.
Migración
“El fenómeno de la migración, como lo señala la encuesta Bicentenario, es uno de los conflictos más importantes en la actualidad para la sociedad chilena”, añade el Dr. Saavedra. Se trata de un conflicto que viene in crescendo en los últimos años y dado la presencia de estas bandas criminales internacionales, el fenómeno que se da es “criminalizar la inmigración”.
“Dado que las personas sienten que hay demasiados inmigrantes, asocia la inmigración con criminalidad. La inseguridad tiene que ver también con eso, la interacción entre lo que la gente percibe y el hecho criminal, en este caso quien lo ejecuta. Pero lo cierto es que no existe evidencia para sostener que un mayor número de inmigración esté relacionado con un mayor aumento de la criminalidad o con aumentos de delitos como el homicidio”, destaca el académico UOH.
Distorsión
El académico UOH detalla que la situación inestable y la desconfianza en las instituciones puede llevar a las personas a pensar en que ciertas libertades pueden ser coartadas con el objetivo de mantener la seguridad. “Si yo percibo que el mundo es violento, que es una amenaza para mí, lo que harán las personas es aislarse en su círculo y esto tiene como resultado una mayor polarización. Y esto puede conllevar – a la larga- a una aceptación –en algunos casos- de la violación de ciertos derechos humanos”. Lo cual –asegura- es tremendamente peligroso para un Estado democrático. “En un sistema como el nuestro la opinión pública debe actuar como mecanismo de control y de rendición de cuentas para aquellas instituciones que deberían proveer de seguridad o justicia”, finaliza.