Cuando Kissinger impartió una lección de geopolítica a Pinochet
A propósito de la muerte de Henry Kissinger el historiador y escritor Mario Amorós, nos envía este artículo publicado originalmente en DiarioRed en la sección de América Latina, en donde se da cuenta de las clases de geopolítica que el secretario de estado Estadounidense le impartió al dictador Augusto Pinochet. Nota Original Diario Red.
Henry Kissinger: «A usted le deseo lo mejor. Nos enfrentamos a enormes problemas internos en todos los sectores del Gobierno —especialmente en el Congreso, pero también en el Ejecutivo— por la cuestión de los derechos humanos»
La dictadura de Augusto Pinochet preparó con sumo cuidado la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos que se iba a celebrar entre el 4 y el 18 de junio de 1976 en Santiago de Chile, pues la consideraba una oportunidad única para mejorar su imagen internacional, ante la visita de treinta y tres ministros de Asuntos Exteriores y alrededor de quinientos periodistas. En las vísperas se conoció el segundo informe de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre Chile, que censuraba los “homicidios imputados a las autoridades”, “las ejecuciones ilegales”, los detenidos desaparecidos, la tortura, la permanencia del estado de sitio y la ausencia de garantías de defensa, agravada por la inhibición del Poder Judicial. Además, los abogados Andrés Aylwin, Jaime Castillo, Eugenio Velasco, Héctor Valenzuela y Fernando Guzmán, que fueron opositores al Gobierno de la Unidad Popular, enviaron un documento de trece páginas a todas las delegaciones presentes que denunciaba la represión y trazaba una radiografía muy crítica de la situación del país.
La estrella de aquella cumbre fue el secretario de Estado, Henry Kissinger, la personalidad política estadounidense más relevante que viajaba a Chile desde la visita del presidente Dwight Eisenhower en 1960 y premio Nobel de la Paz en 1973. Dos semanas antes, el secretario adjunto para Asuntos Interamericanos, William D. Rogers, le había entregado un documento con los aspectos más relevantes de su visita a Santiago y le sugirió que el principal objetivo de su diálogo con Pinochet podría ser exponerle que solo un cambio notorio en la situación de los derechos humanos permitiría que continuara el suministro de armamento y la venta de material militar, así como los préstamos financieros internacionales. “Chile ha asumido la imagen de la España de los años cuarenta en calidad de símbolo de la tiranía de derecha”, indicó Rogers a Kissinger, según ha investigado Peter Kornbluh en su libro The Pinochet file. “Querámoslo o no, se nos identifica con los orígenes del régimen y, en consecuencia, se nos acusa de ser, en parte, responsables de sus acciones”.
Documento desclasificado
Pero Kissinger ignoró estas sugerencias cuando al mediodía del 8 de junio de 1976 se entrevistó con Pinochet en su despacho. El contenido de la conversación que mantuvieron por espacio de sesenta minutos fue desclasificado en 1999 a petición de la periodista estadounidense Lucy Komisar. Aquel diálogo fue toda una lección de geopolítica en tiempos de la Guerra Fría.
—Pinochet: “Permítame decirle cuánto le agradezco que haya venido a la Conferencia”.
—Kissinger: “Es un honor reencontrarlo. Me ha emocionado la recepción popular a mi llegada”.
—Pinochet: “Formamos parte de una lucha a largo plazo. Es una fase más del mismo conflicto que estalló en la Guerra Civil española. Y fíjese que, a pesar de que los españoles intentaron detener el comunismo hace cuarenta años, está resurgiendo de nuevo en el país”.
—Kissinger: “Hace poco recibí al Rey de España y hablé con él de eso, precisamente”.
—Pinochet: “Siempre he estado en contra del comunismo. Durante la guerra de Vietnam conocí a varios militares estadounidenses y les dejé clara mi postura anticomunista…”.
—Kissinger: “En Vietnam nos derrotamos a nosotros mismos por nuestras divisiones internas. Los comunistas llevan a cabo una campaña de propaganda de ámbito mundial”.
—Pinochet: “Chile padece ese esfuerzo propagandístico. Por desgracia, no disponemos de los millones necesarios para contrarrestarlo”.
—Kissinger: “En Estados Unidos, como usted lo sabe muy bien, simpatizamos con lo que está intentando hacer aquí. En mi opinión, el Gobierno anterior estaba abocado al comunismo. A usted le deseo lo mejor. Nos enfrentamos a enormes problemas internos en todos los sectores del Gobierno —especialmente en el Congreso, pero también en el Ejecutivo— por la cuestión de los derechos humanos. Como sabe, el Congreso está discutiendo nuevas restricciones sobre la ayuda a Chile. Nosotros nos oponemos. Pero no queremos intervenir en sus asuntos de política nacional, no podemos proponerle con exactitud qué deben hacer ustedes. No obstante, es un problema que dificulta nuestras relaciones y los esfuerzos de los amigos de Chile. Esta tarde voy a hablar sobre los derechos humanos ante la Asamblea General. He aplazado mi discurso hasta después de haber hablado con usted. Deseaba que comprendiera mi posición. Queremos actuar mediante el convencimiento moral, no a través de sanciones legales. Por eso nos oponemos a la enmienda Kennedy. En mi declaración voy a hablar de los derechos humanos en general y en un contexto mundial. Me referiré en solo dos párrafos al informe de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA sobre Chile. Diré que esta cuestión ha empañado las relaciones entre Estados Unidos y Chile. Ello se debe, en parte, a las acciones del Congreso. Y añadiré que tengo la esperanza de que usted elimine muy pronto esos obstáculos. (…) No puedo hacer menos sin provocar en Estados Unidos una reacción que conduciría a restricciones legislativas. Mi discurso no va dirigido a Chile. (…) Mi opinión es que usted es víctima de todos los grupos izquierdistas del mundo y que su mayor pecado es haber derrocado a un Gobierno que se dirigía al comunismo. Pero nos encontramos con un problema práctico que es preciso tener en cuenta, la necesidad de no provocar presiones que serían incompatibles con su dignidad ni, al mismo tiempo, la aprobación de leyes en Estados Unidos que dificultarían nuestra relación (…) Sería una verdadera ayuda que nos informara sobre las medidas que está emprendiendo en el área de los derechos humanos”.
—Pinochet: “Estamos volviendo a la institucionalización paso a paso. Pero sufrimos ataques constantes de los democratacristianos. Tienen peso en Washington. No en el Pentágono, pero sí en el Congreso. Gabriel Valdés tiene influencia. Y (Orlando) Letelier”.
—Kissinger: “No he visto a ningún democristiano desde hace años”.
—Pinochet: “Y (Radomiro) Tomic y otros que no recuerdo. Letelier tiene acceso al Congreso. Sabemos que están dando información falsa”.
Tambores de guerra
Instantes después, el dictador mencionó el diálogo abierto con Bolivia en torno a la histórica demanda marítima, sobre el que pesaba también el temor de las Fuerzas Armadas chilenas a una acción hostil por parte de Perú cuando se aproximaba el centenario del inicio de la guerra del Pacífico.
—Pinochet: “En el plano de las relaciones internacionales, estamos funcionando bien. (…) Todo depende de Perú ahora”.
—Kissinger: “Tengo la impresión de que Perú no tiene muchas simpatías”.
—Pinochet: “Usted está en lo correcto. Perú no quiere que prospere la idea”.
—Kissinger: “Los peruanos me dijeron que no obtendrían un puerto según el arreglo”.
—Pinochet: “Perú se está armando. Está tratando de comprar un portaaviones de los británicos por 160 millones. También está construyendo cuatro torpederos en Europa. Está rompiendo el equilibrio de armas en el Pacífico sur. Tiene 600 tanques de la Unión Soviética. Nosotros estamos haciendo lo que podemos para mantenernos en pie en caso de una emergencia”.
—Kissinger: “¿Y qué están haciendo?”.
—Pinochet: “Principalmente, estamos modificando viejos armamentos, arreglando chatarra. Somos un pueblo con mucha energía”.
—Kissinger: “Entiendo que Chile generalmente gana sus guerras”.
—Pinochet: “Nunca hemos perdido una guerra…”.
Después de conversar durante unos minutos sobre la posición del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos acerca de Chile, el dictador le preguntó:
—Pinochet: “¿Cómo ven los Estados Unidos el problema entre Chile y Perú?”.
—Kissinger: “No nos gustaría ver un conflicto. Todo depende de quién lo empiece”.
—Pinochet: “La cuestión es realmente cómo prevenir el inicio”.
—Kissinger: “El pueblo americano se preguntaría quién está moviéndose contra quién”.
—Pinochet: “Pero ustedes saben lo que está pasando aquí. Ustedes lo ven con sus satélites”.
—Kissinger: “Bueno, yo le puedo asegurar que, si se toma Lima, usted va a tener poco apoyo de los Estados Unidos”.
—Pinochet: “Ya lo hicimos una vez, cien años atrás. Sería muy difícil ahora en vista del actual equilibrio de fuerzas”.
—Kissinger: “Si Perú atacara, esto sería un asunto muy serio para un país armado con equipo soviético. Sería muy serio. Claramente, nos opondríamos diplomáticamente…”.
—Pinochet: “¿Tendríamos que combatir con nuestras propias armas?”.
—Kissinger: “Yo distingo entre preferencias y probabilidades. Todo depende de cómo ocurra. Si hay una agresión frontal, eso significa una resistencia más fuerte, más generalizada”.
—Pinochet: “Supongamos lo peor, es decir, que Chile es el agresor. Perú se defiende y nos ataca. ¿Qué pasa?”
—Kissinger: “No es tan fácil. Nosotros vamos a saber quién es el agresor. Si usted no es el agresor, usted va a tener apoyo, pero la agresión no resuelve disputas internacionales. Una parte puede montar un incidente. Sin embargo, generalmente, vamos a saber quién es el agresor”.
Un poco más adelante, el diálogo regresó a este mismo punto:
—Pinochet: “Perú se inclina más hacia Rusia que hacia Estados Unidos. Rusia apoya a su gente 100 %. Nosotros estamos detrás de ustedes. Usted es el líder. Pero usted tiene un sistema que castiga a sus amigos”.
—Kissinger: “Hay mucho mérito en lo que usted dice. Esta es una época muy curiosa en los Estados Unidos”.
—Pinochet: “Nosotros resolvimos el problema de las grandes empresas transnacionales…”.
—Kissinger: “Es una desgracia. Hemos pasado por Vietnam y el Watergate. Tenemos que esperar hasta las elecciones. Recibimos muy bien el derrocamiento del Gobierno procomunista aquí. No tenemos por propósito debilitar su posición. (…) Nosotros queremos ayudarlos, no debilitarlos. Ustedes prestaron un gran servicio a Occidente al derrocar a Allende”.