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[Opinión – historia] 11 de septiembre 1973-2001-2021

(Por Julio A. Muriente Pérez Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) de Puerto Rico) 

El once de septiembre de 1973 –hace 48 años– yo era, como tantos de mi generación, un joven militante recién expulsado de la universidad como consecuencia de las luchas contra el militarismo, la guerra de Vietnam y por la independencia de Puerto Rico, que no comprendía bien muchas cosas. Entre ellas, lo que estaba sucediendo ese día en Chile, aquel país del sur que había sembrado nuevas esperanzas y echado a andar un proceso que tenía mucho de inédito.

El golpe de Estado fascista perpetrado en Chile ese día nos sirvió a muchos de escuela, sobre las barbaridades que es capaz de cometer el imperialismo estadounidense, con la anuencia e incluso con la participación entusiasta y criminal de las clases poderosas y los militares entreguistas.

Poco a poco fuimos comprendiendo muchas cosas, si se quiere madurando, profundizando, radicalizándonos. Con el pasar de los años recibimos otros golpes similares y también alcanzamos victorias importantes, que nos han traído hasta aquí.

El once de septiembre de 2001 –hace veinte años– me encontraba en Sapporo, Japón. Había llegado unos días antes a ese país asiático, invitado por una organización amiga a participar en diversas actividades a favor de la paz y la desmilitarización. Eran tiempos de intensa lucha contra la presencia militar en la isla municipio puertorriqueña de Vieques y por el cese de los bombardeos que se realizaban allí desde la década de 1940. Ésta se había intensificado tras el asesinato del viequense David Sanes Rodríguez, víctima de la bomba lanzada por un avión de guerra estadounidense. También eran tiempos de lucha contra la ocupación de Japón por miles de soldados y decenas de bases de Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

La lucha por la paz y la desmilitarización era –y sigue siendo– un denominador común entre nuestros pueblos. Por eso estuve ofreciendo numerosas conferencias solidarias en muchas localidades japonesas, denunciando el militarismo estadounidense y su política guerrerista. El once de septiembre las actividades se celebraron en Sapporo.

Ese día se conmemoraban veintiocho años del golpe de Estado fascista perpetrado en Chile contra el gobierno constitucional del presidente Salvador Allende y la Unidad Popular, que contó con el apoyo y la complicidad activa de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA).

Luego de un día de trabajo intenso, los compañeros y compañeras japoneses y yo fuimos a cenar. Aproximadamente a las diez de la noche recibimos una llamada telefónica en la que nos informaban que había ocurrido un grave accidente en Nueva York y que un avión había chocado contra una de las llamadas Torres Gemelas. Era la mañana en Nueva York y la noche en Japón.  Entonces no tuvimos acceso a muchos más detalles. Tuvimos que esperar al día siguiente.

Continuamos nuestro programa de charlas y conferencias en favor de la paz para Vieques, por gran parte del archipiélago japonés. Mientras tanto se hacia evidente, sobre todo en las instalaciones militares estadounidenses ubicadas en territorio japonés, el creciente estado de alarma que siguió a los sucesos de aquel once de septiembre.

Sin embargo, entre la población japonesa parecía que la actitud era distinta. En ninguna de las ciudades que visité en días posteriores al once de septiembre se percibía un clima de tensión, más allá de las portadas de los periódicos y los noticieros de televisión. Era como si se tratara de acontecimientos acaecidos en algún lugar distante y ajeno. En todo caso, pensé entonces, el pueblo japonés determinará la trascendencia de actos de violencia y muerte masiva como los ocurridos en Estados Unidos, comparándolos con los sufridos por ellos tras el lanzamiento de bombas atómicas por los militares estadounidenses en Hiroshima y Nagasaki, en 1945. (…)

Han pasado 48 años del golpe de Estado fascista en Chile y veinte años de los sucesos de las Torres Gemelas de Nueva York. Cosas importantes han sucedido en todo ese tiempo. Mucho ha cambiado mientras que mucho ha permanecido igual o ha empeorado.

Estados Unidos y la Unión Europea han salido trasquilados de Afganistán, donde fueron vapuleados por los mismos a quienes habían acusado de los sucesos de hace veinte años. Ha sido una derrota humillante, reveladora de la vulnerabilidad de las grandes potencias capitalistas, en su afán por controlar el planeta. Mientras tanto, hemos vivido veinte años de agresiones, invasiones, magnicidios y guerras por doquier. La obsesión de venganza ha generado un planeta cargado de incertidumbre y violencia.

Mucho ha sucedido también en Nuestra América luego del 11 de septiembre de 1973. Baste decir, al menos, que nuestra región sigue siendo escenario de importantes y alentadoras luchas políticas y sociales.

El once de septiembre de 2021 nos recibe con múltiples pandemias. Es una gran vorágine la que nos ha tocado vivir a los hombres y mujeres  de las primeras décadas del siglo veintiuno.

Aquí estamos, con optimismo inevitable, conscientes de que  hoy el planeta es, posiblemente más que en septiembre de 1973 y en septiembre de 2001, un volcán en erupción.

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