“Sí: El mundo obrero celebra hoy, antes que una masacre, un testimonio: el testimonio de que él mismo puede y debe ser, en inquebrantable unidad, el principal protagonista de su propio destino. La esperanza, por eso, de conquistar por sí mismo su lugar en la Tierra, luchando solidariamente por hacer valer su dignidad de persona.”[1]
Esa es nuestra esperanza, el que sobre el insolente y atrevido “desarrollo” capitalista que ha menoscabado y agotado los recursos del planeta y ha creado las condiciones estructurales para que sea posible el objetivo primordial de la globalización neocapitalista, esto es, proporcionar al capital el control total sobre el trabajo y los recursos naturales, aunque para ello deba privar a los trabajadores/as de sus derechos y agotar las fuentes de riqueza que nos ofrece a todos /as la tierra. Sigue siendo el trabajo uno de los elementos centrales de la dignidad de las personas, un elemento central de la vida, de la participación y de las relaciones sociales, una de las vías de acceso al consumo, al desarrollo personal y fuente principal de creación de la riqueza.
El trabajo, es al mismo tiempo capaz de genera hábitos, pautas de relación, conductas y comportamientos, por ello su importancia en la construcción de una nueva cultura. Hoy, sin embargo no podemos dejar de reconocer que el trabajo ya no está en condiciones de desempeñar esta función, el sistema ha configurado una sociedad donde el trabajo no es bien para la vida, sino que esclaviza y aliena a las personas, es un instrumento al servicio del capital por encima de la persona .
Esta deshumanización del trabajo sitúa a la persona en una peligrosa situación de vulnerabilidad y exclusión social, no podemos olvidar que son una mayoría, los hombres y mujeres de nuestro tiempo, quienes viven precariamente el día a día, con las consecuencias funestas que ello significa en sus vidas.
Nos encontramos en un momento crucial, en que la pandemia del covid 19, ha contribuido a hacer el empleo más precario que nunca, los ingresos económicos de las familias para sus días están sujetos a constantes manipulaciones y la flexibilización a favor del capital cada vez asfixia más la vida de los trabajadores y trabajadoras.
Por lo que creemos que hay que hacer más fuertes y visibles nuestros esfuerzos para que “nunca más el trabajo esté contra el trabajador, sino que siempre el trabajo sea para el trabajador, y el trabajo esté al servicio del hombre (mujer), de todos los hombres (mujeres) y de todo el hombre(mujer)”[2].
El desempleo, la precariedad laboral, la falta de perspectivas laborales que padecen los trabajadores/as y por tanto las posibilidades reales de realizar proyectos vitales es un drama que la crisis y la actual política neoliberal han agudizado y constituyen uno de los principales factores que explican la grave desigualdad social, la revuelta social en la búsqueda de la justicia social para el Chile de hoy.
Desde un pensamiento socialista y cristiano el trabajo humano no es una mercancía que se ofrece al alza o a la baja, en el mal llamado mercado laboral, tampoco el contrato de trabajo es un trueque, no es sólo cambio de trabajo por dinero. El trabajo tiene a lo menos 3 grandes dimensiones:
1.- Como una manera en que nos proveemos de nuestro sustento y el de nuestra familia.
2.- El trabajo es una prestación, un servicio, una donación que ofrece y aprovecha a toda la comunidad humana, el trabajo tiene un sentido social y trascendente. Por ello el trabajador pone toda su voluntad, toda su fuerza, el tiempo de que dispone y entrega en él su personalidad, sus cualidades; lleva a cabo una tarea desde el punto de vista social.
3.- El trabajo es una forma de realización personal, humana, íntima que no tiene nada que ver con la obtención de más o menos ingresos, por ello el desempleo tiene una dimensión que supera lo económico y que ataca la realización y el sentido de la vida de hombres y mujeres. Eso nos obliga a derrotar la forma capitalista que hace del empleo una esclavitud, una alienación y que centra todas las reivindicaciones laborales en el dinero.
Por eso, es que principal tarea será que se reconozca la dignidad humana en el trabajador y trabajadora y se declare que éstos debe disfrutar en el hecho mismo del trabajo, así como de sus logros y beneficios, aportando con él a la construcción social.
Entonces el trabajo es mucho más que una forma de obtener ingresos y el no disponer de un trabajo es más que desempleo.
Hoy estamos ante nuevas formas de trabajo y modelos de regulación laboral que comportan nuevas reflexiones y nuevas estrategias de organización y de relación, pero el viejo secreto de Luis Emilio Recabarren, de Clotario Blest para mantener viva la esperanza sigue vigente y pendiente: construir unidad, organizarse, concientizarse en la unidad y la organización.
Invitación que debemos recoger si queremos transitar la senda hacia otra sociedad.
“Por eso tenemos que tener conciencia: la revolución no se hace en las palabras, compañeros, se hace en los hechos. Y hacer la revolución no es tan fácil, si no ya la habrían realizado otros pueblos, en otras latitudes o en este continente.
Se necesita tener el nivel político, la responsabilidad necesaria para entenderlo; no basta hablar de la revolución. Hay que hacer la revolución interior, que le dé autoridad a uno para poder exigirles a los demás, y por eso les hablo así el día 1º de Mayo, con pasión, frente a la responsabilidad que tenemos nosotros ante Chile y ante la historia: Nuevas metas, más organización, más disciplina, desprendimiento, no egoísmo; superar el horizonte pequeño de cada empresa, industria o de cada cerco para mirar el problema de clases en su conjunto, sean campesinos, obreros, empleados, técnicos o profesionales.”[3]
Un abrazo fraterno compañeras y compañeros trabajadores.
Ven seremos IC
DIRECCIÓN NACIONAL IZQUIERDA CRISTIANA DE CHILE
FERNANDO ASTUDILLO BECERRA (Presidente), JOCELYN SOTO, HUMBERTO GONZÁLEZ, LINO TAPIA, HÉCTOR SOTO, VALENTINA CASTRO.
Valparaíso 30 de abril de 2019
[1] Cardenal Rául Silva Henríquez Homilía 1º de mayo de 1969.
[2] Papa Pablo VI. Discurso en la OIT, 10 de junio de 1969. El paréntesis es nuestro.
[3] Presidente Salvador Allende, discurso 1 de mayo 1971.