Desafíos éticos entre tecnología y política

Por: José Miguel Infante Sazo. Director Carreras de Periodismo, U. Central

“Paren el mundo que me quiero bajar,” plantea Mafalda, el personaje creado por el humorista gráfico argentino Quino. Hoy esas palabras de la inquisitiva y suspicaz Mafalda resuenan con fuerza, frente a un sinnúmero de penosos acontecimientos, como el suicidio de un joven de 16 años de California, Estados Unidos, que dialogaba con el ChatGPT, es decir, la inteligencia artificial. A ello se suman las redes sociales que, con diseños de cámaras de eco, capturan la atención de las audiencias, para servir de tierra fértil a la desinformación y los discursos de odio, en particular, en un año electoral. Tanta maravilla tecnológica, pero su mal uso plantea dilemas éticos permanentes.

Las jóvenes investigadoras Esperanza Villalobos y Valentina Lucero de Universidad Central,
elaboraron el estudio “Heridas de la migración que las noticias en Instagram no dejan sanar”. El trabajo permitió constatar que Instagram como espacio virtual ofrece una pluralidad de voces, pero también facilita la propagación de discursos polarizados y, en ocasiones, hostiles hacia las personas migrantes y refugiadas, aspecto que se puede extrapolar a otros, dependiendo de donde esté el foco de la acción comunicacional.

En adición, este tipo de discursos deshumaniza y produce consecuencias que aportan a la construcción de opinión pública. Sin embargo, lo más delicado es que puede influir en la formulación de políticas restrictivas y en la generación de climas sociales adversos, además de socavar el prestigio o la reputación de una persona y, eventualmente, de una comunidad.

La tecnología digital que, como nunca la tenemos a la distancia de un ‘clic’, ofrece enormes oportunidades, pero también facilita la discriminación, desinformación, informaciones tendenciosas y falta de respeto a la dignidad de las personas. Es de esperar que el debate público y la discusión política que se sirve de estas herramientas tecnológicas, no cree nuevas heridas, difíciles de sanar, en nuestra legítima aspiración de preservar la paz social y una buena convivencia democrática.